miércoles, 19 de diciembre de 2007

Nelson Pinedo


En la espuma de su fantasía


INGENIOS. Nelson Pinedo lleva casi veinte años inventando personajes en espuma. Algunos han alcanzado fama y vida propia en la fantasía popular tanto en el Perú como en Venezuela, donde también ha dejado 'hijos'. Ahora toda su familia participa en su mundo hecho para la risa" alt="Imagen de la nota" width="486" />

Por David Hidalgo Vega

En una esquina del patio está lo que podría ser un quirófano de la imaginación. Es un pequeño ambiente, no mayor que el de un quiosco, con una mesa de trabajo, una banca, y una repisa de la que cuelgan tijeras, alicates y reglas. Sobre la mesa hay bolsas llenas de esponja, de esa que se usa para armar cojines, que en este caso es más bien la epidermis de personajes inventados. Nelson Pinedo, el cirujano de esta virtual sala de operaciones, suele concentrarse allí a la espera de otro parto de su creatividad, que hasta ahora ha generado un centenar de identidades. "Poco a poco me han ido acorralando en mi propia casa", dice el hombre mientras acomoda una generación de visitantes ficticios sobre la tribuna de su sofá. Los llama "mis hijos" con un cariño que combina 'copyright' y melancolía, porque los ha concebido a todos de la nada.
Pinedo es un artista autodidacta. Su verdadera profesión es la arquitectura, un culto de la belleza bajo distintas reglas, que dejó apenas recibidos los grados académicos. Coincidió con que se casó y que a su señora le gustaban tanto los títeres como a él. "Al principio queríamos hacer títeres para niños y pensamos en los materiales: papel cuché, madera, esponja". Durante un año él se dedicó a probar e investigar en materiales y propuestas artísticas disponibles en la escena local. Llegó a dos conclusiones: que podía dar el salto de los clásicos títeres de bolsillo a los personajes de tamaño natural, y que esos personajes quedaban muy bien en esponja. "Incluso he desarrollado una técnica que la hace parecer látex", comenta.
Pinedo reconoce una filiación antigua con sus fantasías. "Yo me siento influenciado por 'La guerra de las galaxias'", confiesa. También por el mundo de "Los Muppets", cuyo creador, Jim Henson, es parte de su olimpo personal. "Conozco su historia, he revisado mucho sobre su técnica", insiste Pinedo. Con el tiempo, el imaginario que ha creado le permite retratarse de manera similar con los protagonistas de casi todas sus historias, más de cien, rodeándolo en una escena típicamente familiar.

MUÑECOS TELEGÉNICOS
Algunos de esos rostros nacidos de sus tijeras han alcanzado fama mediática. Pinedo fue el artífice de Boing, popular personaje de un programa de concursos de la televisión nacional en los años ochenta. También está el entrañable elefante Trompita, cuyos 'clones' suelen divertir a los niños en diversas zonas populosas de Lima. Pero entre los más reconocidos figura Timoteo, el popular dragón celeste creado para una secuencia de un magacín televisivo que terminó como coanimador de su propio programa junto con dos presentadoras sucesivas. "Me pidieron un personaje y llevé tres propuestas: una abeja, un dragón y un duende. Escogieron la más simple y funcionó", comenta. Hace poco estuvo por el Jirón de la Unión, en el Centro de Lima, y se encontró con 'clones' de estos dos últimos personajes. Pinedo no se molestó. "Al contrario, sentí que eran como mis hijos, que ya agarraron vuelo propio", comenta.
Cuando les atribuye emociones casi humanas, no exagera. Pinedo desarrolla personajes más allá de la apariencia, les crea una biografía, un relato que explica su presencia en el mundo normal. Una de sus atracciones es la doctora Leslie, un ave larguirucha, antropóloga de profesión, cuyo discurso feminista se derrite cuando empieza a coquetear con los espectadores; también esta el buitre Buitrón Buitrago, un pajarraco escandaloso a quien debe sacar a escena bajo hipnosis, porque suele asustar a los niños; el profesor Cocoñato es un aficionado de los malabares con la cara y Cachito tiene poderes mentales que le permiten leer los pensamientos de las personas. "Nunca hice personajes de moda, siempre me gustó crear los míos", explica Nelson Pinedo, cuyo nombre no está inspirado en el famoso cantante homónimo, que, por curiosa coincidencia, era conocido como 'El Muñecón de Colombia'.
El Pinedo peruano tuvo su etapa internacional por otro rumbo. A fines de los años noventa se fue a Venezuela. Trabajó durante cuatro años para la cadena Venevisión, donde creó personajes para programas infantiles. "Había una secuencia llamada Los Caballeros del Camino Encantado. Yo les hice el búho del mago Merlín, el árbol del bosque encantado. También hice un pez que salía del agua para el juego del Barco Pirata", recuerda. Incluso le pidieron creaciones para parques temáticos. Fue una etapa de crecimiento que cerró para volver. A poco de su regreso a Lima, Pinedo fue invitado al programa de Timoteo. "Fue muy bonito. Timoteo dijo ante cámaras: 'Él es como mi papi', un guiño para no romper la fantasía del personaje".
Esa genealogía empezó a completarse tiempo atrás con una serie de muñecos destinados a shows para público adulto. Nada de excesos, solo ingenio. Un personaje particularmente agraciado de esa nueva generación es Invictor, un tipo de aspecto lúgubre que lleva ese nombre porque a su edad y en plena calvicie no ha tenido ocasión de estrenarse en las trifulcas del amor. Su biografía dice que trabaja en una funeraria como llorón profesional. Quiere decir que acude a sepelios donde el muerto no es muy extrañado que digamos. Él pone la cuota de lloriqueo por encargo. "Hay de varios precios, con cabezazo al ataúd o grito con desmayo, que es más caro", dice el personaje con la voz modulada por Pinedo. Es un tipo solitario. Tanto que suele contar como propio aquello de que un día fue al psicólogo para superar la soledad, le contó el drama de sentirse ignorado y lo primero que dijo el doctor fue llamar al siguiente.

ABUELO MODERNO
Pero la estrella en el mundo de Pinedo es Don Checho, el muñeco de un anciano acriollado, que viste jeans, zapatillas, un saco brillante como el de un presentador de espectáculos, corbata michi también brillante y la clásica gorra habanera para proteger la calva. Aunque no está inspirado en un personaje en particular, Don Checho tiene facciones que lo llevan a ser confundido con cierta frecuencia. "Al principio me decían que se parecía a Monseñor Durand, pero también tiene un aire a Marco Aurelio Denegri, sobre todo por la forma de hablar, su personalidad", comenta Pinedo, divertido. Y la verdad es que la fusión de ambas imágenes se aproxima bastante.
Don Checho se hizo popular el año pasado, cuando salía en un programa de televisión por cable junto a su creador. "Era un espacio de conversación. Entrevistamos a cantantes, actores, pequeños empresarios, deportistas", recuerda Pinedo. La experiencia terminó por el momento, pero siempre queda la posibilidad de un regreso a la pantalla. Mientras, muñeco y creador comparten escenarios para un público distinto al de los parientes infantiles del inicio. En ocasiones Pinedo lo saca a la calle, solo para comprobar que la gente se olvida del autor y se encariña con el personaje. Es como si el hombre desdoblara su personalidad. O tal vez solo suelta el humor negro que da vida propia a la espuma. Nunca más claro el arte y el juego de la creación.

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